miércoles, 26 de noviembre de 2008

Ana B. ha muerto


Desapareció. Se esfumó como el polvo.


¿Quién ha matado a Ana B.? Mientras quede una rendija de luz en la ventana seguiré indagando. Una vez que el sol haya desaparecido por completo nadie podrá responder -el silencio de la noche es la verdad de la muerte.

Encontré en el baño restos de su pelo, y en la almohada hundida, su saliva seca.
Una curita con sangre en el tacho de basura. El ventilador estaba todavía encendido.
Su ropa, intacta. Cajón por cajón. Estante por estante. Virgen.

¿La devoró la tierra? (abandonó a su perro)
¿La raptó una idea? (dejó sus fotos)
¿Olvidó despedirse? (quedó suspendida)

***
Pasó un tiempo desde que se fue. A vece siento que está muy cerca. Tan cerca que puedo escuchar cuando pestañea. Tal vez. Creo que me sigue despacio, con prudencia.
Atenta a cada cosa que hago. A cada elección que tomo.

Mis modos de existencia empezaron a definir la suya, incorpórea y sigilosa.(Se convirtió en una de mis sombras.)
A la noche me sonríe en la oscuridad. Desde lo alto del techo.
Es una sonrisa cómplice, una sonrisa compañera.

A medida que pasan los días me voy amigando con su aparente ausencia. Viene conmigo a todas partes. Empiezo a hablarle. Ella me responde. Tal vez. Nos hicimos muy buenas amigas.
Ya casi no nos peleamos. Empecé a quererla como a mí misma.

Ella me cuida y yo la acompaño en su soledad suspendida. Los días resultan livianos. Las tardes son apacibles y anaranjadas como pinceladas en un cuadro vacío.

Cocinamos, hacemos sudokus, andamos en bicicleta, y algunas noches salimos a caminar. Pero a veces se va ¿Con otra? No lo sé.

Yo la extraño cada vez más y sus ausencias caprichosas me resultan cada vez más insoportables. (Solo ella sabe cómo es mi cara cuando me miro en el espejo)

***

Ahora hace varios días que Ana B. ha vuelto a desaparecer.
No está.

Esta vez tengo la certeza de que se fue para siempre.
Alguien la ha matado. Alguien tiene que haberla matado.

Lo sé porque a la noche tengo frío aunque me abrigue,
porque al subir las escaleras siento una opresión en la garganta que no me deja respirar, y no es miedo.

Lo sé porque doy vueltas en la cama y
me hundo.

Lo sé porque tengo las manos rojas,
y no es culpa.

Ana B. ha muerto, ¿quién la ha matado?

lunes, 29 de septiembre de 2008

antes de que estalle


Antes de que estalle,

dejame mostrarte.


miércoles, 23 de julio de 2008

(sin título)


Otro día,

hoy tengo los ojos silenciosos.


martes, 22 de julio de 2008

La cama es su tumba

Ella sube las escaleras, despacio. En la mano derecha lleva una taza de café negro. El mango está roto y vuelto a pegar pero igual quedó descascarado en la parte inferior (se ve la cerámica como si fuera el hueso). Podría volver a romperse en cualquier momento. En la mano izquierda lleva el cuchillo. Es el cuchillo de cortar la carne, el único que de verdad corta.

Llega a su habitación. El perro se le mete entre las piernas y ella hace un esfuerzo por no caerse. No tropieza ni vuelca el café.

Tiene puesta una bata blanca. Su piel también es blanca. Cuando se mira en el espejo piensa que parece una heladera. Tan fría como una heladera. Se da cuenta de que pasó tanto tiempo mirándose en el espejo que ahora el café también está frío. Se sienta en la cama, apoya el café frío en uno de los extremos, entreabre la persiana y espía a su vecino que toca el violín. Puede oírlo. El café frío, la bata blanca, ella-heladera, y el violín. Todo encaja en esa tarde pasajera.

Se mira los pies. Sus pantuflas son dos ridículas patas de elefante. Duda: ojala hubiera sido un elefante (¿o un insecto monstruoso, gigante?). Su perro la mira y mueve la cola. Ella es una estatua blanca. El ladra, mueve la cola. “El”. Piensa: el pronombre es el mismo que se usa para los seres humanos. Al fin y al cabo ella también es un animal. El perro ladró y ella se sobresaltó a penas. Lo mira. Al girar la cabeza se encuentra inesperadamente con el espejo otra vez. Siente frío.

Se levanta, se saca la bata y se prueba un vestido rosa. Le queda demasiado corto, le queda chico. Se pone otro, negro, largo. Parece gustarse (es la primera vez que sonríe –acaso en mucho tiempo). De pronto se oye una canción, es un bolero: “Fui la ilusión de tu vida...”suena en alguna casa de barrio (¿en la suya?). Ahora se pinta los labios de rojo. Se siente de 50 años aunque solo vivió la mitad. Se pinta demasiado los ojos (parece un oso panda). El violín se confunde con la canción de barrio. Suenan a destiempo, como fuera de sincro. Cada música en su tiempo, tiempos diferentes. Se vuelve a sentar en la cama. Ahora es una estatua negra con los labios rojos y los ojos de un oso panda (¿qué pasó con el elefante?). Se acuesta y se acomoda el vestido. Se plancha a sí misma. No son caricias.

Ahora, mientras tararea el violín, estira el brazo para alcanzarlo. No llega, se estira más. En la contorsión vuelca la taza de café que había dejado en el extremo de la cama. La taza se rompe indefectiblemente y el piso queda cubierto por minúsculos pedazos de hueso. El perro se acerca, no mueve la cola. Ella, con el puño bien cerrado, apoya el cuchillo en el pecho y cierra los ojos negros.

El perro ladra.

viernes, 27 de junio de 2008

Instrucciones para seguir vivo

Está nerviosa,
no te asustes,
no te va a comer (no ahora)

Vení, sentate acá,
cerca mío.
(yo no te puedo proteger
pero vos vas a creer que sí
y con eso va a ser suficiente)

Cerrá los ojos y pensá en algo lindo.
Un beso, está bien. (yo elijo una caricia)
¿Cómo es ese beso?
(la caricia es temblorosa, fría.
Parece una hormiga que llora)

No, el beso no puede ser húmedo, ni
cálido. Si no es especial no sirve.
Un beso cansado, un beso hueco (por qué no,
el recuerdo puede ser feliz)

Ahora abrí los ojos y decime qué ves.

...

¿Tenés miedo?
(tené miedo, tené miedo de tener miedo y sentí que te morís)
¿Querés llorar?
(gritá, golpeate contra la pared y drogate)

No te asustes, ya está,
ya pasó.

Quedate acá, cerca mío.
Quiero contarte un secreto:

Primero te comió la cabeza, después la piel,
y por último el corazón. Te comía de a poco
sin que te dieras cuenta,
cada vez que hablabas, cada vez que la pensabas.

¿Ves? Ahora que sabés ya no tenés más miedo,
ahora ya no llorás, y
es lo más parecido a
estar muerto.


miércoles, 28 de mayo de 2008

álter ego

Su nombre es Ana.
Tiene una enfermedad crónica.
Pero no sabe cuál.

Cuando Ana es Ana y deja de ser crónica
es mucho más risueña.
Se le inflan los pómulos como dos medialunas de manteca y
no tiene frío.
Cuando Ana es Anacrónica,
llora.

Se despierta a las tres de la mañana y
tiene miedo de su cama.

Ana es Ana, y juega.
Altera las cosas y las observa en su nuevo orden.

Se pregunta, se inquieta.
Ana Anacrónica descree.
Abandona las cosas,
se queda en silencio sola.
Entristece. Suspira.

Ana se tuerce el pie de alegría,
o rompe un vidrio con el puño.
Persigue y se impacienta.
Anacrónica se detiene sin hacer ruido,

o se cae sin haberse resbalado antes.
Se calla y duerme.

Cuando Ana es Anacrónica, Ana desaparece.
Y yo la extraño.



viernes, 23 de mayo de 2008

al racionalismo cartesiano



Pienso,

pienso,
pienso,
luego no existo.



martes, 20 de mayo de 2008

lunes, 19 de mayo de 2008

Quiero que quieras como yo quiero


No es que no quiera darte un beso,

Ni que no me haya dado cuenta de que tus ojos son azules,

aunque no se note.


Quiero arrinconarte contra una pared y contarte

secretos. Quiero que te rías mucho.

Quiero saber si el agua te gusta fría, tibia o caliente,

si preferís el coco rallado o la lluvia con viento.

Quiero verte cuando comés solo y

entender por qué no te gusta caminar descalzo.


No es que no quiera darte un beso,

Es que me gustan tus ojos porque son casi grises,

Como las manos cuando están sucias,

Como un papel con notas en lápiz, tachado muchas veces.


Aunque te parezca ingenuo, no me importa.


Si te acostaras boca abajo,

yo podría apoyar mi cabeza sobre tu espalda

y escuchar cómo late

tu corazón cuando estás triste.

Estemos tristes cerca.

Comamos y durmamos cerca.

Acariciémonos, mirémonos en silencio, cerca.

Hablemos.


Te repito,

No es que no quiera darte un beso,

Quiero tus besos en la palma de la mano,

guardarlos en el bolsillo, poder sacarlos en cualquier momento.

Quiero que me muerdas fuerte porque te resulta inevitable.


Por eso,

Aunque te parezca ingenuo, no me importa.

Porque no es que no quiera,

es que quiero comerte.


domingo, 18 de mayo de 2008

algunas notas en un cuaderno viejo


-
No quiero quedarme a vivir en la tierra.

- Todo me resulta mucho.

- Qué equivocada estaba.

- Trato cada vez más de acercarme a la muerte. Quiero verla flotar.

- Sonríe hoy que mañana te puede faltar un diente.

- "¿Cómo sabe uno si es feliz? - No lo sé, solo sé que es algo que no sucede en la adolescencia."

- "Ce qui est arrivé est plus beau, je crois"- Giono.

- "La luna había salido un rato y luego se había ido. Era una de esas lunas tristes que nadie mira, a las que nadie hace caso"- Rulfo

- "La crainte du futur entraîne l'homme à se réfugier dans la nostalgie du passé"- Spinoza.

...

martes, 13 de mayo de 2008

toi et moi

Perdido, estás perdido.

Tenés tatuajes pero no sabés sumar.

Te haces preguntás que no sabés cómo se escriben.


Un poco como yo,

No sabés qué querés,

Ni cómo.


La diferencia está en que yo lo quiero,

Y vos ni siquiera estás seguro.


amor con arrugas

Otra vez, una vez más,

Te cruzo, nos cruzamos,

Te escapás.

Volvés, mirás, sonreís.

Cerrás los ojos.


Siempre es una onomatopeya:

Huy!

Sin signo de exclamación:

Huy

No es triste:

Indiferente, aburrida.


Es fácil ser así.

Y difícil encontrar algo

que te despierte de ese letargo

embrutecido.


Por eso sabés:

esto vale la pena.

Pero no hago nada

porque soy inmóvil,

Porque estoy entumecido.


De golpe entendés:

soy larva,

Soy moco abandonado debajo de una mesa,

Soy un estacionamiento vacío,

un charco estancado,

un hueco resbaladizo,

pegajoso..

Y pensás:

Si tan solo no fuera

esta piel enflaquecida,

estos huesos torcidos

por el peso de una soledad rancia,


Si tan solo no fuera

esta languidez intelectual,

y esta pasión afligida.

Podría gritar una onomatopeya

viva:

Huy!


Podría quedarme

Y no tener que sonreír.


domingo, 20 de abril de 2008

insensible

Ya está.

Volvió el frío.

La piel insensible.


No recuerdo tampoco

Cómo era

dejar de ser feliz.


domingo, 6 de abril de 2008

Caída

Vos sabías que no podías,

igual te acercaste al borde y miraste hacia abajo.

No tuviste vértigo porque no se veía nada.

Pero te daba miedo saber que en el fondo de

esa caída patinosa

había algo.

Por eso decidiste correrte.


A la semana,

Te volviste a acercar al borde.

Miraste distraído, como si no te pasara nada con ese vacío.

Jugaste con la idea de caerte.

Te gustó, un ratito.


Esta vez te pareció ver algo.

Después escuchaste tu nombre.

Varias veces, dos o tres.

Tal vez alguien te llamara.

Te fuiste.


Pasaron dos años sin que volvieras a asomarte.

No ibas al balcón,

tampoco te lo cuestionabas.


Un día empezó a llover

Llovía muy fuerte.

Vos estabas solo

Y la ventana estaba abierta.


Te acordaste del balcón de repente.

Con tus pies tibios pisaste la baldosa

fría.

Solo querías cerrar la ventana.


Ni siquiera te diste cuenta.

Te habías olvidado de que querías cerrar la ventana.


Atravesaste el marco


El olor a lluvia te empapaba el pelo,

los oídos.

Los sentidos se te habían desfasado.

Pensaste con las manos y te arrimaste con la cabeza.

Volviste a escuchar tu nombre.


Ahora sí veías.

Una persona,

una sonrisa,

una gran tristeza.


Después no viste más nada.

No volviste a escuchar tu nombre.


martes, 25 de marzo de 2008

Demasiado dulce

Te odio.

Te odio porque no te gusta la miel.

Porque te parece demasiado dulce,

Porque ni siquiera sabés por qué es dulce.


Y aunque lo supieras,

Aunque te gustara,

Seguirías siendo igual de indiferente.


Repetí conmigo:

La miel es dulce.

La miel es dulce porque la estoy probando.

La miel es dulce.

La miel es dulce porque aunque no la pruebe

Seguiría siendo dulce.


Pero también,

La miel es dulce porque me animo a probarla.

Es dulce porque yo decido que es dulce.


Yo sé que no entendés.

Y entiendo que te resulte demasiado.

Demasiado dulce.

Pero la miel es eso,

eso demasiado dulce.


Aunque te odie y

no te animes a probarla.


domingo, 23 de marzo de 2008

Solos

Ermitaño,

Cuesta asumir las palabras frustrantes.


Arrinconado en la cama,

Abrís grande los ojos y mirás el mundo de lejos.

Pero estás ahí. No te olvides.

Estás,

Conmigo.

Aunque sea esporádico. Aunque te confunda.


Quiero decirte,

Quiero decirte que

tantas cosas hay que quiero decirte.

Que quiero abrazarte fuerte hasta que nos quedemos sin aire,

Hasta que nos muramos juntos,

asfixiados juntos,

asfixiados en tu cuerpo, asfixiados en el mío.


Tu modo es complicado. Se te pega a la piel como un mosquito.

Es gris y perseverante. Desenfrenado pero parcial.

Y es tuyo. Solo tuyo.

¿Qué pasó? Contame qué pasó

hace unos años.

Explicame por qué.

Explicame cómo.


Cómo esto,

Que no se puede nombrar,

Me atraviesa las manos y los pies.

Sube hasta los párpados,

se resbala por el cuello y baja entre los muslos. Tibio.

Cómo es que los Besos de agua son Besos con mayúscula.

Besos que no se derriten.

Tercos y magnéticos.


Créeme,

La palabra no siempre ensucia.

Los besos no tienen que desbarrancarse,

Ni los ojos que caer,

Para mirar de nuevo al suelo. Al suelo fácil.

Al encuentro huidizo, al encuentro insensato,

Volver a estar solos.


desvestirte

I undressed you with my eyes i have
Maybe even raped you
In a dark and eerie corner of my mind
I tucked you there
And touched you in a dream last night
Pushed you aside when you entered
My thoughts at the wrong time
I have sat up upon your lap and
Saddled my thighs around your hips like ropes
I rode you on a chair and in the shower
And all the while i clung heavy to your back
My desire deeply harnessed in your spine
I'm riding recklessly though a thick and humid
Jungle growing anxious with the deep and primal
Yearning that stirs
Deeply pulsing up toward the surface
Like sap rising or honey or tar


CocoRosie

jueves, 6 de marzo de 2008

Mi adorada almohada

Hay agujas adentro de mi almohada.

Yo la abrazo igual, aunque a la noche me traicione.


Porque a veces también es suave.

(Cuando el viento se filtra por las paredes, despacio, húmedo,

O cuando el sol se acuesta temprano, temerario y Rojo. )


Hundo la cara en la almohada y puedo sentirme como si fuera otra.

Por eso la quiero también. Porque es generosa,

Aunque a la noche me traicione.


Me ha dicho cosas terribles.

Pero la mayoría de las veces me quiso tanto. Hasta el fondo del cuello.


Sin embargo,

últimamente no la reconozco. Tan fría, tan distante.


Mientras afuera cantan las chicharras y yo aborrezco el calor pegote,

Ella no se inmuta. A penas si se resigna y cumple la función de almohada.


Entonces yo, un poco confundida, cierro los ojos.

No la estoy desafiando, solo trato de entender qué le pasa.

Le hablo y no responde. Y cuando me quedo dormida sin querer,

me agarra de los pies y me hunde en un remolino azul.


Entonces escucho una voz, una voz muy baja.

No llego a oír lo que dice pero sé que es ella.

(Del mismo modo que ella sabe cuáles son mis miedos yo sé cómo es su voz.)


Y sigue hablándome, cada vez más fuerte. Y yo sigo sin entender lo que dice.

Sube la voz. Es ella y no le entiendo.

Me grita. Me está sacudiendo con ojos desesperados.


De golpe, silencio absoluto.

Me despierto súbitamente como hundida en lodo caliente.

Miro mi almohada. Ella corre la mirada, indiferente.


Creo...Creo que es cómplice de la muerte. Ella, sí, mi almohada.

Me clava las agujas mientras duermo, me mata mientras no existo

y me despierta de improviso de un sueño turbulento.


Mi adorada almohada.

La almohada asesina.


lunes, 28 de enero de 2008

Como dos pedacitos de mar

Por ahora prefiero comer panqueques.

Porque son ricos, sí.

Porque el dulce de leche chorrea y siempre cae un poco en el piso.

O en la mesa. O entre los dedos.

Ayer pasó por mi casa.


No lo soporto, prefiero comer panqueques.

Me dijo que me extrañaba.

No le creo, yo prefiero calentar la sartén y ver cómo se derrite la manteca.
Pobre manteca, ella no sabía cómo iba a terminar.
En manteca derretida, muerta apuñalada y muerta quemada viva.

Me dijo “te juro”.

Yo le creí la primera vez ¡Tenía unos ojos tan azules!

- y yo creía que los ojos azules no podían mentir.

Una vez que la manteca se derritió hay que echar la mezcla.

La mezcla siempre me queda demasiado espesa.

Como si estuviera enojada. O deprimida, sola en su sangre densa y fría.

Le cerré la puerta en la cara.

Después lloré y lo espié a través de la ventana mientras se iba.

Parecía triste.

Una vez que la masa está cocida es muy importante echarle el dulce de leche ahí mismo, cuando la sartén todavía está caliente. Así, el dulce de leche se derrite, como si llorara- la catarsis del dulce de leche es fundamental para que los panqueques salgan ricos.

Pasaron unos días y lo llamé.
Me acordaba de sus ojos azules. Solo en eso pensaba cuando lo llamé. Como dos pedacitos de mar, Yo me metía adentro, barrenaba las olas y era feliz.

Ahora sí, el panqueque está listo.
Crujiente, caliente y chorreante.

El mar está ahora lejos.

domingo, 6 de enero de 2008

No creo en el llanto. El dolor no tiene lágrimas ni palabras.

No sabemos muy bien qué día es hoy.

Tampoco sabemos bien por qué queremos saber qué día es hoy.

(Pero queremos saber)

Ellos tampoco saben. Eso dicen.

Nadie sabe demasiado en realidad.

Yo los entiendo. Saber es difícil también. Es toda una responsabilidad.

Los que saben no deberían equivocarse, y sin embargo… bueno.

Con pensar es suficiente. Me pregunto si acaso es mejor pensar sin saber. Pero también me pregunto: ¿es posible?

El compromiso arruina todo. Y el saber es un compromiso. Compromete a los que saben y a los que no saben que saben -Porque en el fondo todos sabemos algo. Por más minúsculo que sea, por más hundido que esté en la consciencia.

Sí, creo que todos sabemos, lejos en nuestra memoria, lo que hicimos y lo que hicieron los otros. Sabemos qué hicieron y que pretenden no saber.

Por eso también somos responsables de sus actos. Por sospechar. Sospechamos una sabiduría que nos compromete.

Así es. Al final somos todos responsables. Algunos por saber y otros por pretender que no saben.

Ojalá fueran fieles a nuestra memoria, ojalá no se olvidaran de que todos sabemos, no tan en el fondo, algo.