Su nombre es Ana.
Tiene una enfermedad crónica.
Pero no sabe cuál.
Cuando Ana es Ana y deja de ser crónica
es mucho más risueña.
Se le inflan los pómulos como dos medialunas de manteca y
no tiene frío.
Cuando Ana es Anacrónica,
llora.
Se despierta a las tres de la mañana y
tiene miedo de su cama.
Ana es Ana, y juega.
Altera las cosas y las observa en su nuevo orden.
Se pregunta, se inquieta.
Ana Anacrónica descree.
Abandona las cosas,
se queda en silencio sola.
Entristece. Suspira.
Ana se tuerce el pie de alegría,
o rompe un vidrio con el puño.
Persigue y se impacienta.
Anacrónica se detiene sin hacer ruido,
o se cae sin haberse resbalado antes.
Se calla y duerme.
Cuando Ana es Anacrónica, Ana desaparece.
Y yo la extraño.
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4 comentarios:
me gustaria escribir para que no puedas leerlo... palabras invisibles... Ana es hermosa cuando rie... pero es mas profunda entera.
Y cuando Ana encuentra su mantita
con una mano la sostiene
con la otra se chupa el dedo gordo
y al cabo de un rato de hacerle pliegues y mimos a la manta
y de gastar el dedo gordo,
se duerme.
Luego, entre sueños, muje,
pero ese ya es otro poema.
O.b.
"Comento" este texto... solo para incentivar el próximo.
Juan...
Llegué a verlo o lo imaginé?
Ese posteo fugaz que debiera seguirle a éste... Fugaz pero hermoso... Casi una revelación... A esas palabras temías? Seguí temiendo entonces, que el miedo te materializa...
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