lunes, 4 de mayo de 2009

Tú, desdichado entre todos los hombres, has pecado

A su amorosa soledad desencantada.

¡Oh, tú, imprudente mujer!
¡Oh, tú, osada! Que poseída por un arrebato pasional tomaste la decisión equivocada: “el amor es esto”, y te tiraste con el pecho abierto en profundas aguas turbias que ahora
te chupan,
te ahogan,
te matan.
Oh, tú, amante postergada, morirás sin aire y morirás sin carne. Tú que creías que el amor era dicha, que el amor era Todo, morirás en soledad. Morirás como un pez en medio del mar.

Oh, tú, tonta entre las mujeres más sabias, creíste que podías soportarlo todo. Creías que el amor te hacía inmortal. Oh tú, la invulnerable tú, ahora tienes frío.
Ya no te preguntes: qué le ha pasado a tus manos indiferentes, qué le ha pasado a tu corazón achanchado o a tus ojos insípidos que una noche otoñal, cuando las hojas caían rojas, amarillas, la abrazaste como si fuera a tí mismo.

Oh, tú, necedad ansiosa, pulsión asesina,
oh, tú,
la agujereada por todos lados,
tu pecho ha perdido agua y tus mejillas chorrean sangre.
Oh, tú, destino trágico,
no pienses que no te han olvidado.
Ahora que has dejado de ser suave,
ahora que tienes los ojos oxidados y la boca rancia,
te han matado,
y estás muerta.