viernes, 14 de diciembre de 2007

Secretos que solo comparte conmigo

Un auto azul.

Palabras, una detrás de otra,

palabras que forman una historia que se vuelve a repetir.


Una caricia incrédula, mis ojos cómplices.

Lamer la tapa, comerse otro.

Ahogo, palpitaciones,

otra vez la muerte, otra vez reaparecer. Estoy viva.


Más mala que la mala más mala.

Más fea que el sapo roñoso. Pegajoso, hediondo.

Por momentos tan suave.


Pasiones excesivamente decididas, desbordadas.

Pasiones que chorrean agua.

Que chorrean viento. Ese viento que te sopla la cara

cuando estás sola y mirando por la ventana decís: qué hice.


Hice un agujero en la tierra, arranqué una hoja y la enterré viva.

Escondí una lágrima en una hoja escrita.

Maté varias veces. Maté todo el tiempo.

Me suicidé cuando estaba demasiado oscuro.


También me olvidé de mirar, encerrada en el calor húmedo de mi propio cuerpo.

Me sentí feliz.

Me sentí libre y desdichada. Estuve sola.


Estuve sola en un auto azul.


Pasiones excesivamente decididas, desbordadas.

Una historia que no se repone, que está siempre enferma y

ya no habla. Solo piensa: te quiero, te quería, ¿te extraño?


Son cosas que no sabe.