Je suis
une boule de neige coincé dans l'estomac,
deux mains miniscules
qui ne bougent pas.
Des pieds fatigués
d'être toujours en bas,
des jambes tristes
qui ne pensent pas.
Je suis
une boule de neige coincé dans l'estomac,
deux mains miniscules
qui ne bougent pas.
Des pieds fatigués
d'être toujours en bas,
des jambes tristes
qui ne pensent pas.
Detrás de la ventana
se adivina una silueta
Un perro ladra y los autos pasan.
Alguien abre la puerta.
La puerta cruje, se cierre,
y de pronto se oye el mar.
Entra más luz a través de la misma ventana.
Uno, dos, tres, cuatro pasos
en la habitación luminosa.
Afuera, los autos pasan.
Afuera también hay grillos que cantan.
La silueta se mueve lenta, lentisima,
dibujando la ventana.
Es un fantasma
adentro de la casa.
Cae el agua, gota a gota,
Y la silueta se confunde con tijeras que cortan el pasto
y el ruido ensordecedor de un avión que pasa.
La gota cae adentro de la casa como el grito de un violín desesperado.
Afuera, dos pies sobre el pasto desnudo.
Pies húmedos. Y los ladridos del perro. Y los autos que pasan.
Los pies pisan las hojas secas. Las hojas crujen.
La silueta se confunde con la luz. La silueta es luz, y la luz, silueta.
Los autos siguen pasando y el perro sigue ladrando.
Y cada tanto esa gota que cae contundente sobre la madera.
Hasta que se pone a llover. Relámpagos y chaparrones.
La gota que cae deja de escucharse. Los grillos dejan de cantar y
las hojas secas están empapadas.
La silueta a través de la ventana se convierte en una sombra negra
sin contornos.
Se va con la luz y esos pies que jugaban en el pasto.