jueves, 6 de marzo de 2008

Mi adorada almohada

Hay agujas adentro de mi almohada.

Yo la abrazo igual, aunque a la noche me traicione.


Porque a veces también es suave.

(Cuando el viento se filtra por las paredes, despacio, húmedo,

O cuando el sol se acuesta temprano, temerario y Rojo. )


Hundo la cara en la almohada y puedo sentirme como si fuera otra.

Por eso la quiero también. Porque es generosa,

Aunque a la noche me traicione.


Me ha dicho cosas terribles.

Pero la mayoría de las veces me quiso tanto. Hasta el fondo del cuello.


Sin embargo,

últimamente no la reconozco. Tan fría, tan distante.


Mientras afuera cantan las chicharras y yo aborrezco el calor pegote,

Ella no se inmuta. A penas si se resigna y cumple la función de almohada.


Entonces yo, un poco confundida, cierro los ojos.

No la estoy desafiando, solo trato de entender qué le pasa.

Le hablo y no responde. Y cuando me quedo dormida sin querer,

me agarra de los pies y me hunde en un remolino azul.


Entonces escucho una voz, una voz muy baja.

No llego a oír lo que dice pero sé que es ella.

(Del mismo modo que ella sabe cuáles son mis miedos yo sé cómo es su voz.)


Y sigue hablándome, cada vez más fuerte. Y yo sigo sin entender lo que dice.

Sube la voz. Es ella y no le entiendo.

Me grita. Me está sacudiendo con ojos desesperados.


De golpe, silencio absoluto.

Me despierto súbitamente como hundida en lodo caliente.

Miro mi almohada. Ella corre la mirada, indiferente.


Creo...Creo que es cómplice de la muerte. Ella, sí, mi almohada.

Me clava las agujas mientras duermo, me mata mientras no existo

y me despierta de improviso de un sueño turbulento.


Mi adorada almohada.

La almohada asesina.


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