viernes, 1 de octubre de 2010

El lobo


La huele, la acaricia con su hocico húmedo haciéndole cosquillas en la cara.

Un depredador amable con dientes de leche

y un animal salvaje, voraz,

capaz de saborear cada víscera de su presa.


La arremolina contra su pecho frío,

Le lame la cara.

Su lengua pesada y tibia

cae sobre el párpado, las pestañas y las cejas.

La presa se entrega a su pelaje grueso,

a su mirada secreta.


Pero el lobo no deja de ser un lobo.

No sabe ser otra cosa,

lobo.

Sus dientes le hunden la piel.

Y la presa sangra una sangre espesa,

tierna.