La huele, la acaricia con su hocico húmedo haciéndole cosquillas en la cara.
Un depredador amable con dientes de leche
y un animal salvaje, voraz,
capaz de saborear cada víscera de su presa.
La arremolina contra su pecho frío,
Le lame la cara.
Su lengua pesada y tibia
cae sobre el párpado, las pestañas y las cejas.
La presa se entrega a su pelaje grueso,
a su mirada secreta.
Pero el lobo no deja de ser un lobo.
No sabe ser otra cosa,
lobo.
Sus dientes le hunden la piel.
Y la presa sangra una sangre espesa,
tierna.
1 comentario:
Genial.
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