miércoles, 26 de septiembre de 2007

lluvia

Esto no pretende ser un grito de nostalgia.

Sin embargo, antes.

Antes el tiempo pasaba como si no pasara.

Ahora el tiempo se escurre. Cae como una gota en el piso que se seca y desaparece.

Antes podía pensar que ahora no iba a ser como ahora, que ahora iba a ser como pensaba antes.

Llueve.

Hace días que llueve.

Piensa cómo habría sido todo si no hubiera llovido. Aspero, rugoso.

¿O es al revés? ¿O es que la lluvia ablanda y necesariamente deja todo áspero y rugoso una vez que se seca?


A veces el tiempo engaña.

Creemos que está cuando en realidad pasa, sigue de largo y nunca se detiene a preguntarnos: ¿cómo estás? Y uno nuca puede responderle: no estoy, nunca soy. Es tu culpa.

Ahora ya no llueve, salió el sol.

Igual las cosas no cambiaron. En el fondo, la misma rugosidad.

A veces el tiempo no pasa, se queda, se estanca, se tira en el pasto

Y se duerme una siesta.

A veces piensa, el tiempo. Piensa qué hacer, no es fácil.

El tiempo hace y deshace, tiene que decidir.

Mientras tanto uno vive, se come una manzana y mira a la hormiguita de la baldosa que está perdida, tan perdida. Le da un mordizco a la manzana y piensa con pena: pobre hormiguita, tan sola, tan perdida. Después pasan los días, una semana, un mes, y la manzana está olvidada y negra junto con muchas otras manzanas olvidadas y negras. Pasan los días, una semana, un mes, y la hormiguita trabajadora termina asesinada por tu propio pie que pasó por el mismo lugar donde comías la manzana, por el mismo lugar donde hoy te llevás el mundo por delante si darte cuenta de que estás como la hormiguita, tan solo, tan perdido.

Por suerte se está nublando. Se aproxima la lluvia y la salida del sol.

La rugosidad va a desaparecer por un rato, pero va a volver. ( No igual,

nunca igual, esta vez los pliegues van a ser más estrechos)

Salí a la puerta a esperar que llueva y ver cómo cambia el suelo.



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